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La humanidad necesita continuamente de verdades que no pueden comprenderse enteramente en determinada época. Asimilar verdades no significa sólo adquisición intelectual, pues contienen en sí una fuerza vital que, al penetrar en nuestra alma, introduce en ella un elemento sustancial, del mismo modo que lo es el aire exterior para nuestro cuerpo, y sin el cual no podría vivir. He ahí por qué en los documentos religiosos se expresan verdades profundas, pero en tal forma que con frecuencia los hombre no reconocen su verdadero significado íntimo hasta mucho después de haber sido reveladas.